Me explico:
desde chica le tenía un miedo enorme a los perros. Si había ''perro a la vista'' usaba de escudo lo que encontraba. O cambiaba de vereda.
Si debía visitar un lugar donde había perros les advertía que por favor me los alejaran o los encerraran. Cuando era joven hubo más de un perro en mi casa pero debo confesar, que nunca me dí el trabajo de buscar cual era el encanto que tanta gente les encontraba. Yo me quedaba lejos con mis gatos. Lamento los muchos años que fui tan miope y me perdí el afecto de un perrito. Pero en fin, lo importante es que un día pasó lo que pasó.
Pero no fue de un rato para otro. Claro que no.
Aun recuerdo el espanto que me provocó saber que llegaría un cachorro labrador a vivir a mi casa. Hace como cuatro años
Era la perrita regalona de mi nieta y no podía tenerla en su casa porque en su edificio no se aceptaban perros tan grandes. Además los labradores necesitaban espacio para correr...
Plop!!! y cien veces plop... así quedé. Antes de que me repusiera del impacto llegó a mi casa una perrita color miel chiquita que parecía un peluche con una nariz rosadita, pero que corría descontrolada de un lado a otro. Sin importarle si era sobre mis plantas favoritas, alfombras o pisos limpios. Mordía los muebles y además quería saltar sobre uno para que la tomaran en brazos. Ésto último fue lo que motivó mi decisión de que la Holy viviera en su casita pero... ¡¡¡¡fuera de mi casa!!!!!!! Los labradores son perros inquietos y busquillas. En sus primeros años son imparables todo le servía para jugar y lo investigaba con pasión. Adoraba zamarrear los escobillones, pantuflas y los cojines; me destrozó varios. En verdad me sentía superada ampliamente por su dinámica... y recuerdo con pena , que más de una vez, pensé egoístamente que lo mejor sería que se la llevaran...pero por otra parte mi familia estaba tan encantada con la presencia de la pequeña loquilla, que eso me obligaba a frenar mis '' ímpetus libertarios''.
Además no faltaba quienes me hacían bromas como: '' oye, parece mentira que haya una franciscana con tanto miedo a un perrito''... y tenían razón. Lejos estaba en ese momento de saber que para tener una mascota sana y controlada, el dueño, debe estar en armonía consigo mismo. Que lo que uno siente como persona se lo traspasa a su perro. No sabía que mis temores y contradicciones, me impedían asumir una actitud asertiva y repercutían en su comportamiento y salud...
No sé si fue por el frío de ese invierno pero la Holy, se empezó a enfermar de diferentes cosas. Y los veterinarios visitaron repetidamente mi casa. Junto al miedo que le tenía, comencé a apenarme mucho por su mala salud; cada vez me sentía más cerca de ella, le preparaba sus dietas y me las ingeniaba para que tomara sus muchos remedios. Cuando la examinaban o la inyectaban la notaba tan asustada y temblorosa, que la abrazaba y se ponía más contenta; su mirada era afectuosa y no paraba de mover su cola . Le gustaba que la protegiera.
Un día que estuvo muy mal y había tormenta eléctrica, cosa que a ella le aterraba,
la entré a la casa con ''camas y petacas'' y noté cómo cambiaba su actitud. Podríamos decir que a partir de ese tiempo, su salud comenzó a afirmarse y yo me alegré tantísimo por no haber caído en la tentación de hacerle caso a mis temores. De haber perdido por cobardía y comodidad la compañía de un animalito alegre, vital, siempre leal; con una buena onda, que me la contagia en todo momento. Me atrevería a decir que los perros son bastante más estables emocionalmente y más confiables que nosotros los seres humanos. Los perros sólo nos piden cariño, que devuelven con creces. Jamás podríamos imaginar que si tu perro te demuestra afecto, haya detras de esa actitud segundas, terceras, o cuartas intenciones. Al revés de los humanos que a menudo sabemos que lamentablemente, detras de un abrazo o palmoteo de espalda... o de una sonrisa de oreja a oreja se esconde demasiada falsedad u oportunismo
Ahora en los ojos de cada perrito que veo encuentro a mi Holy. Especialmente en esos más abandonados, no puedo dejar de conmoverme y en lugar de arrancar, como antes lo hacía, le digo una palabra cariñosa y si puedo le doy algo de comer.
No deja de ser maravilloso: creemos aprender sólo de cosas, seres y actos grandiosos, importantes, brillantes; y buscando por esos ámbitos, ignoramos la riqueza espiritual y humana, que nos regala el sano compartir con seres que nos entregan su cariño y lo expresan con simpleza. Quizás toscamente, pero con la belleza que brota de la sencillez limpia y sin engaños.
Paz y Bien
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