domingo, 6 de marzo de 2016

La Gabriela según la visión de Jorge Baradit.




¿Qué hace este país para mantener ese ORDEN que tanto aparece en las declaraciones de políticos, emblemas de Fuerzas Armadas, nombres de partidos oligarcas y en tantos discursos automasturbatorios sobre la estabilidad de nuestro país "tan apreciada en el extranjero"? Entre otras cosas desactivar nuestras voces desestabilizadoras, los relatos molotov y las lenguas explosivas.
Ahí está Gabriela Mistral en primera fila. Una mujer con el ojo en la miseria de la pobreza, del desgarro de la vida, del amor fracturado y la depredación de la mandíbula mercachifle. Una lesbiana que persiguió, oprimió y amó a mujeres preciosas. Una terrorista de la estabilidad que enfrentó a dictadores, escribió con bilis sobre la depredación contra el pueblo, el bosque y el animal asustado. Una encapuchada que denunció el hambre, la misoginia, el desamor y la crueldad política. Que trabajó por la educación del pobre acá y allá. Una militante social que escribió con rabia contra la explotación del hombre.
¿Y en qué la ha convertido el Estado de Chile, el sistema educacional y ese terror al desorden? En una viejecita compositora de rondas infantiles.
Gabriela Mistral es una antorcha humeante, un libro que ladra, una palabra aplastada, un corazón granada de mano... cualquier cosa menos la parodia pobre, el billete de cinco lucas o la caricatura escolar con la que nos desactivan el desorden y la condena, la pólvora necesaria para cambiar las cosas que hay que cambiar.

Gabriela Mistral, cabra chica pobre, fea,  mal nutrida , a pata pelá sobre la tierra de un pueblo seco en medio de nada, abriéndose paso a patadas a través de un país de mierda contra todo y todos, un acorazado de huesos y penas rompiendo portones y atravesando el campo minado que puede ser nuestro territorio; subversiva, revolucionaria, calentona y dura como cuchillo. Ella es la historia clásica de este peladero que tenemos de país: una chispa en el corazón de la masa trabajadora que explota, se abre camino y termina dándole sentido a toda una nación, eso que otros ni con toda la plata del salitre en la boca pudieron aspirar siquiera a soñar. Esa es La Mistral, una mujer con un cinturón de dinamita en el cuerpo, no la ojiva desactivada, pintada de colores, la impostora que nos cuentean en el discurso oficial.


Mucho mas que una poetisa de rondas infantiles. ¡¡ Mucho más !!!

Gabriela Mistral 
Hermana profesa de la Orden Franciscana Seglar.

Paz y Bien