martes, 29 de abril de 2014

Laicos franciscanos en el siglo XXI



Queridos hermanos les entrego a continuación mi opinión   de lo que significa ser un seglar  de la Orden Franciscana. Muchas  veces no es fácil explicar qué hacemos los laicos dentro de una Orden religiosa en pleno siglo XXI. Y hasta se sugiere que hacemos ésto porque estamos aburridos y no encontramos nada mejor que hacer con nuestras vidas. Pero ésto no es tan así.                                                                                                                              
Para los que vivimos   esta experiencia y hemos sentido el llamado,  aceptando esta responsabilidad y compromiso, les comento que el esforzarnos diariamente en ser un poco mejores- o un poco menos peores -  es un desafío grande. Buscar lo esencial de la vida a partir del Evangelio,  alejándonos de lo accesorio e intrascendente, es muy motivador.
Partimos intentando hacer conciencia de nuestras debilidades  Da un gusto enorme descubrir paso a paso que los peores rasgos de nuestra personalidad, pueden ser aminorados siguiendo los consejos del Evangelio. Esta nueva forma de vida nos lleva a conectarnos con talentos  entregados por Dios. Pero  con el estruendo y celeridad de nuestro tiempo, ni sabemos que los tenemos. Es como descubrir que en un abandonado rincón de nuestro patio hay lugar para cultivar plantas . Sólo que no nos habíamos percatado de lo importante que es darle vida a ese lugar. Y lo mejor es que trabajando con diligencia y atención el terreno, nuestra siembra da pequeños brotes. Y si continuamos cuidándolos vemos que crecen plantas llenas de fuerza y vigor. Y ese rincón se convierte en un pequeño vergel.  No trabajamos solos. Y son muchos pequeños vergeles Nos unimos en fraternidad y con los talentos y fortalezas de cada uno, vamos reparando y supliendo las debilidades que todos de una u otra forma tenemos. Y regamos nuestros vergeles con Agua de Vida. La Palabra  de Dios nos anima y reviven nuestros corazones compartiendo  esa Agua Viva que fortalece ese  lugar tan olvidado de nuestro ser.  No queremos que vuelva a ser el  rincón abandonado e ignorado  nunca más . Por ningún motivo nos permitiremos ese error. En otras palabras nos cambia el enfoque de la vida desde adentro.  Y siguiendo las huellas del Hermano Francisco trataremos como él que en ese vergel crezcan muchas plantas de vida y Amor fraterno y solidario, que permitan la subsistencia armoniosa de todos los seres de la Creación. Donde  todas las criaturas sean bienvenidas y acogidas  con fraterna calidez.
Un cariñoso saludo de Paz y Bien

Para clarificar un poco nuestra misión en el mundo, publico a continuación algunos puntos de la

REGLA DE LA ORDEN FRANCISCANA SEGLAR (OFS)



15. Estén presentes con el testimonio de su vida humana y también con iniciativas eficaces, tanto individuales como comunitarias, en la promoción de la justicia, particularmente en el ámbito de la vida pública; empéñense en opciones concretas y coherentes con su fe (AA, 14).
16. Consideren el trabajo como don de Dios y como participación en la creación, redención y servicio de la comunidad humana (G. et Sp., 67,2; 1Reg. 7,4; 2Reg., 5,1).
17. Vivan en la propia familia el espíritu franciscano de paz, fidelidad y respeto a la vida, y esfuércense en convertirlo en el signo de un mundo ya renovado en Cristo (Reg. de León XIII, II, 9; 3Comp., 14,58).
Los casados particularmente, al vivir la gracia del matrimonio, den testimonio en el mundo del amor de Cristo a su Iglesia. Con educación cristiana, sencilla abierta, atentos a la vocación de cada uno, recorran gozosamente con sus hijos su itinerario espiritual y humano (LG, 41; AA, 30 b c).
18. Sientan, además, respeto por las otras criaturas, animadas e inanimadas, que "son portadores de la significación del Altísimo"*) y procuren con ahínco superar la tentación de explotación, con el concepto franciscano de la fraternidad universal (1Cel, 80).
19. Como portadores de paz y conscientes de que la paz ha de construirse incesantemente, indaguen los caminos de la unidad y del entendimiento fraterno mediante el diálogo, confiando en la presencia del germen divino, que hay en el hombre y en la fuerza transformadora del amor y del perdón (Reg. de León XIII, II, 9; 3Comp., 14,58).